Aníbal Salazar Anglada, "Lorca muere en Puerto Rico: silencios, homenajes, elegías y otros llantos"

El título que encabeza el presente trabajo pareciera una provocación, y lo es en cierto modo, pues es bien sabido que Lorca no murió en Puerto Rico, que el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!, gritaría a los cuatro vientos Antonio Machado, con voz doliente, en un poema inmortal a la muerte de su querido Federico. Es más, el autor del Romancero gitano nunca llegó a pisar la que otro andaluz universal, Juan Ramón Jiménez, llamó la “Isla de la Simpatía”, en la que el moguereño vivió felizmente buena parte de su exilio. No, Lorca nunca estuvo en Puerto Rico, tal como recalca, a modo de queja, pero ya sin remedio entonces, el puertorriqueño Joaquín López López en su poema elegiaco “Adiós, Federico”, en el que me detendré más adelante: “¡Y pensar que no llegaste / a visitar estas playas / donde la ola que besa / es la ola que acompaña!”. En realidad, más allá de un burdo ejercicio de persuasión más propio del periodismo sensacionalista que del rigor académico, pero al cabo efectivo, el título de este artículo invita a una lectura en clave simbólica, habida cuenta de que la trágica muerte de Lorca fue sentida, con hondo pesar, en todo el orbe hispánico, desde luego entre sus amigos y admiradores españoles, pero no menos en Latinoamérica, donde el escritor granadino gozó de un éxito y una admiración desorbitados y propició numerosos lazos afectivos. Los hechos son los que son: Lorca fue asesinado en Granada. Pero, no es menos cierto, murió también en Cuba, en Argentina, en Uruguay, en Chile, en México, en Colombia, en Puerto Rico y en otros tantos lugares del mundo en que el inmortal poeta fue llorado. Hay, pues, muchas muertes de Federico y ninguna es igual a otra. En cada geografía tuvo el malogrado su tributo, su legión de plañideros y plañideras. Cada país, cada región, cada poeta cantó a su modo la inesperada pérdida de tan singular figura, que nadie duda en calificar como una de las grandes voces de la poesía del siglo XX.


Las huellas del “Romancero gitano” en la poesía puertorriqueña del ‘30

Aníbal Salazar Anglada

Más allá de las elucubraciones posibilistas que revelan lo cerca que pudo haber estado Lorca de visitar Puerto Rico, meros entretenimientos de historiador que, no obstante, arrojan datos interesantes, lo cierto es que la presencia (aunque no física) de Lorca en la isla estaba muy viva hacia final de la década de 1920, como demuestran varios hechos. En su imprescindible libro Lorca en la lírica puertorriqueña (1981), Juan Antonio Rodríguez Pagán examina la influencia del andaluz en la poesía puertorriqueña desde finales de los 20 hasta comienzos de los 40, con un aporte de datos interesantes, amén del análisis comparativo de los textos del poeta español y los de sus prosélitos puertorriqueños. Sobre todo, en un primer momento de entusiasmo lorquiano, es sin duda el Romancero gitano (1928) el libro que marca mayormente a algunos poetas isleños, que enseguida se afilian a la forma popular del romance como cauce expresivo de las cosas propias (lo íntimo y familiar, el paisaje local): 

Inicialmente, de García Lorca se conocen sus romances. El puertorriqueño de aquellos días la década del treinta se relaciona primero con su producción poética, limitado ese conocimiento casi en su totalidad al Romancero gitano (1928), a pesar de que había publicado Impresiones y paisajes (1918) en prosa, Libro de poemas (1918), su obra inicial en verso, la Oda a Salvador Dalí (1926), Canciones (1927), La Oda al Santísimo Sacramento (1928) y mantenía inéditos Poema del cante jondo (1921) y Primeras canciones (1922). A lo que habría que sumarse las composiciones que fueron apareciendo desde 1919 en las revistas que difundieron los integrantes de la generación del ’27, sus incursiones en el género dramático, sus conferencias, sus dibujos, su condición de músico y folklorista…  

De entre los poetas puertorriqueños, es el bayamonés Francisco Manrique Cabrera el más lorquiano de los poetas del 30. Su poema “Romance meñique”, considerado como uno de los más representativos de la influencia del Romancero gitano en la poesía culta puertorriqueña, lleva inscrito en su título un guiño al grupo Meñique, del que forman parte, además del propio Cabrera, los entonces jóvenes graduandos de la UPR Margot Arce madrina del grupo, José Buitrago, Manuel Negrón, Juan E. Geigel, José M. Lázaro, Gustavo Agrait, entre otros. El tono lorquiano del poema es bien visible: “Por el ojo de una aguja / se escapa la madrugada, / y la naranja del cielo / cada vez está más agria”, aunque la culminación del romance a lo Lorca llegará con su libro Rumbo en flor, de 1933, en el que se incluye el “Romance meñique”. Este aparece publicado originalmente en el número 11 de Índice, del 13 de febrero de 1930, así como, en este mismo año, en la citada revista Athenea de los graduandos. En la Historia de la literatura puertorriqueña de Francisco Manrique Cabrera, editada originalmente en 1956 por Las Americas Publishing Co. de Nueva York, puede leerse: “FRANCISCO MANRIQUE CABRERA (1908-1978), primero en acusar la llegada de García Lorca a Puerto Rico con el Romance meñique aparecido en Índice y recogido en su temprano libro Rumbo en flor.

Otro poeta en la estela del Romancero gitano, cuyos textos cita y analiza con detalle Rodríguez Pagán en su monografía, es Joaquín López López, quien en 1934 publica A plena lumbre (romances y otros poemas), y en 1939 Romancero de la luna. En sus notas introductorias a este último libro, Enrique A. Laguerre señala un segundo momento en la poesía de Joaquín López, tras un periodo entre romántico y modernista. Ese segundo momento, que se inicia hacia 1930, en opinión de Laguerre está marcado por el Romancero gitano: 

Hacía unos años que se hablaba mucho de García Lorca y sus romances. El romance ha sido siempre la forma poética más popular en la lengua española, como que es hija del pueblo y a veces el pueblo habla en romance. Cada vez que surge un movimiento literario, el romance viene a ser el centro de atención. ¿Recordáis los romances del Duque de Rivas durante el romanticismo? En el movimiento de postguerra surgió García Lorca. Su Romancero gitano fue un acontecimiento.

Joaquín comenzó muy lorquiano, pero luego encontró su modo. Cuando él comenzó, muchos otros poetas jóvenes escribieron romances, pero nadie persistió como Joaquín. 

Entre esos “muchos otros poetas [que] escribieron romances” cabría citar, por su incursión en la poesía romanceril, a Carmelina Vizcarrondo, a Cesáreo Rosa-Nieves, a Diego Marrero. No era baladí, pues, que la “Invitación al viaje antillano” que escribe Lavandero a Lorca tomase la forma del romance. Lorca estaba en el ambiente, se respiraba en el aire de la isla.

Ahora bien, ¿cómo penetra el Romancero gitano en Puerto Rico? (...)

 

El asesinato de Lorca en la prensa puertorriqueña y la reacción de los intelectuales 

Precisamente fueron estas y otras actividades en apoyo al Frente Popular sus artículos en la prensa de izquierdas, sus locuciones radiofónicas las que, en buena parte, condujeron al escritor granadino a su fatal y prematuro encuentro con la muerte. Sin embargo, en su detallado relato de los hechos, Ian Gibson señala otras causas que, sin perder como telón de fondo la cuestión política, tienen que ver con rencillas entre familias principales enemistadas en aquella Granada de los años 30. Apresado en casa de la familia Rosales en medio de un gran despliegue militar y llevado al Gobierno civil de Granada por fuerzas de Falange y la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), Federico García Lorca es fusilado cerca del barranco de Víznar, en Fuente Grande, en la madrugada del 18 de agosto, justo un mes después de comenzada la guerra.

Por supuesto, del lado del ejército rebelde en Andalucía, comandado por el sanguinario general Queipo de Llano, se tratará de negar, y luego manipular, por medio de burdas argucias, la noticia del asesinato de Lorca, de modo que hasta pasadas unas semanas no se tendrá certeza de la noticia. En su documentado libro Puerto Rico y la Guerra civil española. Prensa y testimonios, 1936-1939 (2009), el investigador Luis A. Ferrao estudia el modo en que el crimen de Lorca fue recogido por la prensa puertorriqueña. Así, por ejemplo, el diario El Mundo, el de mayor tirada en la isla, se hará eco el 22 de agosto de una falsa noticia (un caso de “fake news” avant la lettre, lo que se ha denominado comúnmente “propaganda”) en que se decía que el Premio Nobel Jacinto Benavente, los hermanos Álvarez Quintero y Muñoz Seca, todos ellos dramaturgos de fama en España, habían sido fusilados por los “rojos”. Pero no solo El Mundo, también el periódico La Democracia, de distinto signo ideológico, recogerá a dos columnas la noticia. El comunicado de estos presuntos hechos apareció publicado originariamente en el diario sevillano El Correo de Andalucía el 19 de agosto de 1936. Al día siguiente, en las páginas del mismo diario, volvería a insistirse en el relato de los sucesos. Por si fuera poco, ese mismo día 20, Queipo de Llano difundió la noticia en su habitual soflama de la noche a través de los micrófonos de Unión Radio de Sevilla. “La aparición en El Correo de Andalucía, periódico controlado por Queipo de Llano, de la falsa noticia de la muerte de los cuatro dramaturgos, y en tal fecha, fue con toda probabilidad un ejercicio de propaganda para desviar la atención del crimen que se acaba de cometer en Granada”, especula Gibson. Pero, como relata Ferrao, da la casualidad de que en el mismo día en que estalló la guerra en Barcelona, Benavente se hallaba en el Hotel Colón, el mismo en que se hospedaba un importante empresario puertorriqueño, Juan E. Serrallés, quien había planificado para el domingo 19 de julio un encuentro entre el Nobel y un grupo de maestras puertorriqueñas, que desde luego no se pudo celebrar. Pero lo que sí está documentado es que Benavente se trasladó con Serrallés al Hotel Regina, donde se encontraba el grupo de señoras. El Mundo y La Democracia se vieron obligados a rectificar, y desde las páginas de La Correspondencia, Augusto Cueto apuntaba a que la noticia no era sino una “invención canallesca” de alguna agencia de información.

En su análisis de los titulares y noticias publicados en aquellos días convulsos y confusos, Ferrao advierte del distinto tratamiento que recibe, en las páginas de El Mundo, la noticia del asesinato de Lorca: “La dirección de El Mundo reaccionó de manera claramente distinta cuando le tocó informar del asesinato del autor del Romancero Gitano: en su tercera página, a una sola columna, con tipo de letra y foto más pequeña, se citaron dos partes de Prensa Unida que, apoyándose en el periódico madrileño El Liberal y en refugiados llegados de Granada, indicaban que el poeta granadino había sido fusilado por un piquete de soldados fascistas”. “Federico García Lorca fusilado”, reza el titular. Una parte de la información que contiene el cuerpo de la noticia, proveniente de Prensa Unida de Murcia, y que toma como fuente el diario El Liberal, menciona también el fusilamiento del cuñado de Lorca, Manuel Fernández-Montesinos, alcalde socialista de Granada. Aunque en la noticia aparecida el 10 de septiembre, el rotativo de Romualdo Real no escatimaría en señalar que Lorca “fue asesinado por los fascistas”, lo cierto es que, en las semanas siguientes, tanto El Mundo como su semanario, Puerto Rico Ilustrado, deslizarían en sus páginas noticias confusas que disfrazaban la realidad de los hechos. Así, en el homenaje particular que brinda a Lorca Puerto Rico Ilustrado el 10 de octubre de 1936, y que incluye una selección de poemas del Romancero gitano, puede leerse en una columna informativa, ilustrada con una foto del escritor desaparecido: “Ofrecemos aquí a los lectores de Puerto Rico Ilustrado varios poemas del gran poeta español Federico García Lorca –otra de las víctimas de la actual revolución que pone crespones de luto en los hogares de España y acerbos dolores en el corazón de la Raza. García Lorca murió recientemente en Granada en un tumulto popular”.

Uno de los primeros intelectuales puertorriqueños en alzar la voz para denunciar el crimen fue Alfredo Margenat, quien publica el 21 de septiembre de 1936 un durísimo artículo en El País de San Juan, titulado “García Lorca: mártir de la España democrática”. Merece la pena, pese a su extensión, reproducir el párrafo que sigue: 

García Lorca no pertenecía a ninguna facción del Frente Popular. Pertenecía al Frente Popular del pensamiento, de la lírica, de la ensoñación, al cual no pueden pertenecer los fascistas porque más cómodo es para ellos ponerse un par de botas claveteadas que rimar al son lunar una endecha sahumada de melancolía y nostalgia. Pero con todo y eso, García Lorca fue acribillado a balazos por una partida de desalmados. Los que en Puerto Rico, sin distinción de sexo, lo han imitado, no han dicho hasta la hora de ahora esta boca es mía. Han guardado un silencio funerario, cómplice, despreciable. Y eso que creíamos que se levantaría en la ínsula de todo nuestro cariño una ola de indignación contra la salvajada mayúscula cometida por los cavernícolas reaccionarios que amamantan los traficantes del honor y la vergüenza. Ni una palabra se ha oído. Nada en absoluto. […]

Toda la Prensa mundial –desde luego, no la Prensa sujeta a la mordaza fachista– ha lamentado la muerte del inconmensurable García Lorca. Se han publicado elogios sobre su personalidad. Su poética ha sido enfocada emocionalmente. Aquí ni papa se ha dicho. Cualquiera se figuraría que el Gran Federico pasó a Ultratumba como un golfo cualquiera, como un pobre diablo, –todo corazón– enlistado a las milicias populares.  

Cabe decir que la Colonia Española en Puerto Rico, que, agrupada alrededor de entidades de rancio abolengo como el Casino Español y Casa de España, tenía un enorme peso en el comercio y era propietaria de los principales medios de comunicación, estaba posicionada mayormente del lado de los militares rebeldes, con la complicidad de la Iglesia católica puertorriqueña. Existió en la isla una agrupación falangista filial de la Falange Española que tuvo sus propias revistas, verdaderos órganos de propaganda de las ideas fascistas, como la revista Avance en San Juan o Cara al Sol en Ponce, amén de otras como La Nueva España y Los Quijotes. Sin embargo, si bien no de forma inmediata, frente al silencio cómplice de una buena parte de la sociedad puertorriqueña, los intelectuales puertorriqueños, en especial la comunidad académica riopiedrense, rendirá un sincero homenaje a su poeta admirado, Federico García Lorca. En los números 7-8 de Brújula, correspondientes a julio-diciembre de 1936, se dedica, en la sección “Poetas españoles”, una página entera a poemas de Lorca: “Verlaine”, “Paisajes”, “El lagarto está llorando”, “Canción tonta” y “Cancioncilla sevillana”. Es la ofrenda póstuma al poeta, que para entonces el número doble 7-8 se cierra en diciembre de 1936 ya había sido asesinado en Granada, tomada la ciudad por el ejército rebelde de Franco. En una sentida nota al pie de los poemas –página 208–, puede leerse: “La noticia de la muerte de Federico García Lorca en la horrorosa tragedia de España está oficialmente confirmada y parece segura. Brújula, que tanto admira al poeta de Romancero gitano y Bodas de sangre, lamenta la irreparable pérdida que sufre nuestra poesía contemporánea”. Brújula era, como se ha señalado, la revista del Círculo de Maestros de Español de Puerto Rico.

En los fondos bibliográficos del Seminario Federico de Onís, en el archivo perteneciente a la obra del poeta Ferdinand R. Cestero, se halla, entre los textos inéditos, un poema dedicado a la muerte de Lorca, titulado “Requiem”, con dedicatoria “A Federico García Lorca”. Si bien el texto no está fechado, todo indica que debió de ser compuesto poco después de que se supiese la noticia del asesinato del poeta granadino en septiembre de 1936. El poema, a tono con la influencia romántica que se aprecia en la poesía de Cestero, posee un inequívoco aire becqueriano: 

Murió el poeta; y en el hondo arcano

de su Lira, prismática y canora,

parece que revive, y que se enflora

el ritmo de su verso sevillano.

 

Murió el poeta; y al morir temprano

cual ave herida, por crueldad traidora,

las Musas gimen, porque todo llora

la eterna ausencia del cantor gitano.

 

Murió el poeta; y al caer inerte,

bajo el filo cortante de la muerte,

se oye un leve sollozo entre las parras.

 

Por él, llora el clavel de Andalucía;

la Pandereta, calla y la alegría,

y enmudecen, de duelo, las Guitarras.

En los últimos meses de 1936, pero sobre todo a lo largo de 1937 y 1938, los homenajes a Lorca, los colectivos y los particulares, se sucederán, mientras el mundo entero llora la pérdida del poeta. En Puerto Rico Ilustrado, pese a sus reticencias a dar cobertura al asesinato de Lorca y a su posición del lado del ejército rebelde comandado por Franco, aparece el 31 de octubre de 1936 un poema de Colón Echavarría dedicado a la muerte del granadino: “Romance de la niña que llora la muerte de García Lorca”. El tono melancólico, fúnebre, preside esta composición en la que, como anuncia el título, la protagonista del poema es una niña compungida que llora la muerte del poeta: “¿A qué viene esa tristeza / a tu alma azul, exquisita, / como si malas noticias /te dieran de algún poeta? […] Los rosales de mi alma / en esta noche, marchitos / lloran su dolor. Silencio / que ya su lira no canta”. Por esta misma fecha, en El Imparcial aparece el siguiente titular: “Sociedades españolas protestan por la muerte de Federico García Lorca” (14 de octubre de 1936), donde, a partir de un artículo del madrileño diario El Sol, se habla de las manifestaciones protagonizadas por la Asociación de Amigos de la Unión Soviética y por los integrantes del Teatro La Barraca.

De 1936 es el poema de Francisco Manrique Cabrera a la muerte de Lorca, firmado en San Juan en diciembre y publicado poco tiempo después en el número homenaje al poeta granadino que en enero de 1937 le brinda la revista Verdades, del que hablaré enseguida. El poema de Cabrera lleva por título “Breve canción de muerte grande” –probablemente un guiño al poema de Lorca “Canción de la muerte pequeña”, del libro Tierra y Luna–, y dice así: 

Por el alma de la Alhambra

vaga un pájaro sin trinos

con un nudo en la garganta.

¡Viudez llorarán las cuerdas

del alma madre gitana!

 

FEDERICO GARCÍA LORCA

frío de carne y palabras:

bestiales balas fascistas

le troncharon la garganta.

 

¡Ay, dolor

que se fue en pleno abril!

Así sufrieron las aguas

nobles del Guadalquivir.

 

La mítica luna grande,

la roja luna gitana,

¡qué dirá!

Los puñales que no fueron

y las fuertes jacas negras

¡qué dirán!

 

¡FEDERICO GARCÍA LORCA

frío de carne y palabras!

 

Pájaro, diles a tus trinos

que si vuelven a Granada

digan la verdad del crimen

por cielo, luz, tierra y agua.

(para leer el artículo completo, véase Revista de Estudios Hispánicos, Universidad de Puerto Rico, Nueva Época, Año 5, Núm. 1, 2018)




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