Laura María Martínez Martínez, "Un tránsito de la urgencia a la memoria: Mapa de España y Piel de Toro de Carlos María de Vallejo"

Se ofrece a continuación un fragmento del artículo de Laura María Martínez Martínez sobre las obras en apoyo al bando republicano del poeta uruguayo Carlos María de Vallejo, publicado en la Revista Letral de la Universidad de Granada (nº 23, 2020, pp. 233-256).

Si España, aparta de mí este cáliz de César Vallejo se yergue como un libro imprescindible sobre la guerra civil española; no ocurre lo mismo con los libros comprometidos de su homónimo uruguayo, Carlos María de Vallejo (1880-1946), quien, desde su muerte, arrastra la condena del olvido por la historia literaria. Su nombre apenas aparece en los estudios críticos sobre literatura hispanoamericana y cuando lo hace, es siempre en los márgenes y con el adjetivo “olvidado” adherido a su apellido. El abandono en el que cayó se extiende hasta metaforizarse en su propia muerte, quedando su cuerpo perdido en las aguas oceánicas entre Nueva York y La Habana y su esquela sumergida en las páginas de la Revista Nacional entre una miscelánea que no se hacía eco de su fallecimiento.

En una nota de prensa de 1986 Gastón Figueira recordó al poeta uruguayo con las siguientes palabras: “Recordamos también a un uruguayo, al excelente poeta Carlos María de Vallejo –a quien algún día habrá́ que hacer justicia– que en España fue gran amigo de Lorca y que le dedicó, en 1936, un magnífico soneto...” (Figueira 4). Esa justicia reivindicada por Figueira, en un estudio centrado en las obras comprometidas del autor con la guerra civil española, es sin duda uno de los objetivos de este articulo.

La labor literaria de Carlos María de Vallejo destaca por su singularidad e internacionalidad. Desde joven, perteneció a los círculos modernistas uruguayos, integró la última etapa de la Torre de los Panoramas de Julio Herrera y Reissig y mantuvo amistad con el joven crítico Alberto Zum Felde. Su nombre resonó en la prensa uruguaya desde el inicio de su carrera: con diecinueve años asumió la redacción del diario La Prensa y, después, fundó la revista Tabaré. En 1921 empezó a compaginar su trayectoria literaria con una carrera consular que le haría residir en numerosos países, lo que provocó que su producción literaria entrara en contacto con distintas tradiciones.

Entre sus estancias destacan las trascurridas en España, exactamente en Cádiz (1925-1933) y Valencia (1933-1936). En España, a la vez que escribía constantemente para revistas uruguayas como Alfar o Bohemia, ejercía de matriz cultural y propulsor de jóvenes poetas a los que, de acuerdo con José María Pemán, ofrecía “cocktails vanguardistas” (Hernández Guerrero 93)5. Es destacable la relación estrecha que mantuvo con la generación del 27 –con Federico García Lorca o Manuel Altolaguirre, entre otros–, la cual se vio promovida por la creación por parte del poeta uruguayo de dos revistas culturales en las que publicaban los poetas jóvenes españoles: Renovación (1927-1928), con la que se pretendía, en palabras del propio Vallejo, luchar contra las “rancias pragmáticas de las sofisterías retóricas” para poten- ciar el movimiento de vanguardia (Hernández Guerrero 95) e Isla, hojas de arte y poesía que se extenderían desde 1932 hasta el final de la guerra civil española6. Además, las obras poéticas escritas –o inspiradas– en esos años muestran huellas profundas de sus lecturas españolas, sobre todo su poemario de raigambre ultraísta Disco de señales (1929), los versos populares de Los maderos de San Juan (1932) o su romance pro Republica, Piel de Toro: romance de la Guerra de España (1943).


(Para leer el artículo completo, véase "Un tránsito de la urgencia a la memoria")


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