Recordamos a una de las pioneras de la opinión pública hispanoamericana y guatemalteca en el siglo XX, junto a mujeres como María del Pilar, Angelina Acuña, Magdalena Spínola, Malín de Echevers, María Albertina Gálvez, Josefina Saravia E., Lily de Osborne, Gloria Menéndez Mina o Luz Valle, supusieron el principio de la intervención activa de la mujer en la prensa guatemalteca, pese a que sus colegas masculinos las trataban de forma algo condescenciente, como esta nota de El Imparcial de 1938:
"Doña Elsa de Barrios, la de los artículos jugosos de pensamiento y bellos en la forma. Siempre le hemos dado la razón a la mujer, sobre todo si es guapa, con en este caso; pero ahora se la negamos a la señora de Barrios, suponiendo que tenga una razón para justificar sus largos silencios".
En realidad, la censura del general Ubico vigilaba cualquier actitud que se opusiera a la oficial y Elsa de Barrios dejó de tratar de temas políticos en esos años.
Elsa Contreras (1907), de origen mexicano, fue esposa del político unionista Francisco Barrios Solís, firmaba sus artículos como Elsa de Contreras y fue fundadora de periódicos como Proa de Quetzaltenango. En 1954 tuvo que abandonar el país e iniciar el exilio junto al presidente derrocado Jacobo Árbenz. Durante la guerra civil española pocos periodistas defendieron la causa republicana española en Guatemala, ante el riesgo de enfrentarse a las posturas del gobierno de Ubico. Ella, en varios artículos defiende a la República Española y la labor que las mujeres españolas cumplían en ese momento de la guerra. En 1936 colabora en El imparcial con varios artículos. En uno de ellos titulado "Situación de la mujer en países de origen hispánico", reivindica la necesidad de que las mujeres de todo el mundo hispánico se eduquen, dejen de ser solo amas de casa y participen en la vida política, como lo estaba haciendo La Pasionaria en España y ella misma en Guatemala. Estas son sus palabras:
"Una de las causas principales del fracaso de la primera república española, y tal vez de la que decida el derrumbe de la actual, es la falta de preparación de las mujeres de la península para vivir bajo el estandarte de la democracia en la forma republicana. Es cierto que ahora existe en la ensangrentada tierra de Castelar un sector femenino cuya figura principal es La Pasionaria, respaldando al gobierno popular y defendiéndolo con vigor, pero una gran mayoría si no les es adversa abiertamente, su inconsciencia política pesa tanto como la acción de los contrarios.
"Toda la sociedad donde falta la influencia y la colaboración de la mujer, tiene que estacionarse, tiene que vivir a medias, como esos cuerpos que no desarrollan más que algunos órganos para la perfecta función vital. En España, como en la mayor parte de las repúblicas indoespañolas, las mujeres forman una casta relegada al hogar en donde perpetúan el misoneísmo, los instintos primarios, las pasiones egoístas, las supersticiones, el error, el miedo, las mentiras convencionales, por su atraso mental.
"Los españoles –salvadas las excepciones– con un criterio de morabito creen que las mujeres solo sirven para tener y criar hijos, para cuidar la casa y esperar al marido que vuelve del campo o…del café. No han sabido elevarlas al nivel espiritual y moral al que tienen derecho; no han sabido incorporarlas al movimiento social que hoy está transformando el mundo; no han sabido llevarlas de la mano a sus luchas a sus preocupaciones de mejoramiento. De ahí que a la hora de la prueba cojee la estructura social y se alce el ideal reaccionario como una bandera negra.
La culpa radica en la falta de educación de la mujer, en el desarrollo casi nulo de su inteligencia, en el desperdicio de su gran fuerza moral y de los imperativos de su valiente corazón de madre. La casa de muñeca sigue siendo el panorama de la mujer española e indoibérica..."
Más información en el volumen de próxima publicación Guatemala y la guerra civil española. La voz de los intelectuales, colección Hispanoamérica y la guerra civil española (Ed. Calambur), edición y estudio de Matías Barchino.
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