"Fiebre y épica: Raúl González Tuñón, corresponsal de la Guerra Civil Española", de Jesús Cano Reyes

(fragmento de un artículo publicado en la revista Anales de Literatura Hispanoamericana, de la Universidad Complutense de Madrid)


El poeta Raúl González Tuñón es uno de los intelectuales argentinos más relevantes en su labor como corresponsal en España. Tras repasar brevemente la trayectoria biográfica e intelectual de González Tuñón hasta que en 1937 llega a España como enviado especial de La Nueva España, centro el análisis en las abundantes crónicas, caracterizadas principalmente por una estructura de fragmentos breves y una heterodoxia en el ámbito genérico que permite a su autor la introducción entre ellas de lo que más propiamente han de considerarse como cartas, textos próximos al ámbito lírico o poemas. A modo de paréntesis, repaso la estancia en Chile de Raúl González Tuñón a su regreso de España y en compañía de otro poeta, Pablo Neruda, subrayando el impacto que provocan en el campo cultural chileno los dos poetas que vienen del país en guerra. Por último, pongo en relación las crónicas periodísticas de Raúl González Tuñón con su obra estrictamente literaria entre 1936 y 1939; además de leerla en clave de palimpsesto, propongo la lectura de todos sus textos de esos años como los segmentos de una gran epopeya acerca de la guerra civil española.

Uno de los más destacados corresponsales hispanoamericanos de la Guerra Civil Española no es otro que el poeta Raúl González Tuñón (Buenos Aires, 1905-1974). Acaso merezca la pena recordar las categóricas palabras que en una carta de 1993 escribiera Octavio Paz a Eduardo Álvarez Tuñón (su sobrino), reconociendo la condición pionera del poeta bonaerense:
Para esa generación [la de los años treinta] escribir poesía combativa era escribir a la sombra de Raúl González Tuñón. Es el Rubén Darío de la poesía social y no cometo una herejía si afirmo que España en el corazón de Neruda y España aparta de mí este cáliz, de Vallejo, no hubieran podido ser sin La rosa blindada. Neruda lo reconoció con todas las letras y Vallejo hubiese hecho otro tanto si la muerte no lo hubiese sorprendido en París, en 1938. (Orgambide 1997: 119)
Cuando se examina el conjunto de la obra de Raúl González Tuñón, es fácil reconocer la existencia de dos vertientes que en un principio podrían parecer muy diferentes: el poeta viajero, que recorre los puertos, las tabernas y las ciudades con un afán aventurero, y el poeta militante, que compromete su pluma y su palabra desde las tribunas, los periódicos y los versos. Por este motivo, en función del momento vital en el que una vertiente u otra cobran mayor fuerza, los estudios que se han acercado a la producción del autor han privilegiado en cada momento una de las dos facetas. Dentro de los diversos posicionamientos que ha adoptado la crítica, me parece plausible la propuesta de Jorge Boccanera, quien sugiere que el concepto de viaje puede ser tomado de manera amplia para englobar todas las posibilidades, incluida la pulsión militante: “Su extensa obra acepta la palabra viaje como punto de partida de una experiencia poética ligada a la aventura, la vanguardia y la revolución” (2009: 39). De la unión de los conceptos de viaje y revolución, surge un tercer elemento: España, que se materializa tan poderosamente en su obra.


Raúl González Tuñón visita España en tres ocasiones antes de o durante la guerra. La primera de ellas es apenas un breve atisbo del país y forma parte del viaje de iniciación que lleva a cabo por Europa en 1929 (cuya experiencia le servirá para alumbrar su célebre poemario La calle del agujero en la media, publicado al año siguiente). En el barco español Cabo Palos, de camino a París, visita tan sólo de paso algunas ciudades costeras, como Málaga, Alicante y Barcelona (Salas 1975: 56). Es la primera toma de contacto con el país y, aunque por su brevedad no pueda dejarle una huella profunda, aumentan sus ganas de regresar y conocerlo a fondo.


El segundo viaje será de mayor trascendencia: González Tuñón acude a España en 1935 como viaje de bodas con Amparo Mom (a quien ha conocido en 1932) y permanece allí varios meses. Es un momento histórico trascendental: la tensión prebélica se palpa en el ambiente y el año anterior se ha producido en Asturias el levantamiento minero; evidentemente, este acontecimiento ha tenido que emocionar al poeta, cuyas raíces se han removido y le han reclamado conocer de primera mano los escenarios y las gentes protagonistas de la Historia y de su genealogía. Como consecuencia, además, escribirá los poemas de La rosa blindada, que se publican en Buenos Aires en mayo de 1936. Estos meses en Madrid (en enero de 1936 ya está de regreso en su país) constituyen un tiempo de profunda comunión literaria, durante el cual se relaciona con los poetas españoles del 27 y con el propio Pablo Neruda, que lo recuerda –junto a Rafael Alberti y Federico García Lorca– en su poema “Explico algunas cosas”. En las distintas tertulias –particularmente la de la Cervecería de Correos–, Tuñón lee sus poemas, es reconocido por sus colegas y homenajeado. Con algunos, como con Miguel Hernández, establece una relación particularmente provechosa, sobre todo para el de Orihuela. En definitiva, se trata, como él mismo recuerda tiempo después, de un viaje “memorable en mi vida de poeta, de periodista, de hombre de mi tiempo, el que me dejó marcadas más vivencias” (Salas 1975: 89).

Al mismo tiempo, su producción no se detiene y sigue escribiendo tanto poemas como notas periodísticas que publica en diferentes medios españoles: Leviatán, Ciudad, Línea, Caballo Verde para la Poesía y Heraldo de Aragón. Para algunos de ellos entrega poemas ya editados, pero también hace colaboraciones específicas para otros, como la novela colectiva que aparece en Línea –titulada Suma y sigue o el cuento de nunca acabar, 1935-1936– o las reflexiones más lúdicas de Ciudad. Entretanto, la agencia de noticias ANDI distribuye los artículos de Tuñón a unos setenta periódicos argentinos (Ferrari 2006: 60).

Ya de vuelta en Argentina, la revista El Suplemento publica a partir de abril de 1936 doce notas del poeta que llevan por título “Redescubrimiento de España”. Las primeras se centran en los acontecimientos de la sublevación de Asturias desde una óptica pretendidamente objetiva, pero repleta también de las propias impresiones de González Tuñón; para él, esta revolución es “algo latente todavía” que tiene su continuidad de algún modo en la creación del Frente Popular (65). En el resto de artículos, reflexiona sobre los problemas sociales de Madrid y Barcelona (la situación de los mendigos o la prostitución, por ejemplo), describe las Misiones Pedagógicas de la República y retrata el ambiente cultural de Madrid, celebrando la excelencia de la Generación del 27 que él mismo ha conocido.

Tras varios meses en Buenos Aires, se produce el levantamiento militar y González Tuñón tiene nueva oportunidad de regresar a España, esta vez en calidad de periodista. Se embarca en febrero de 1937 como corresponsal de La Nueva España; lo acompaña en el viaje su compañero y amigo Cayetano Córdova Iturburu, que es a su vez corresponsal de Crítica. Permanece en España entre marzo y julio de ese año, desplazándose constantemente por el frente entre Madrid, Barcelona y Valencia. Además de sus crónicas para La Nueva España, escribe reportajes para El Diario, colabora con las revistas Ahora, Ayuda y Hora de España, y publica poemas en El Mono Azul de Alberti (78).

El 4 de julio, como es sabido, se inaugura el II Congreso de Intelectuales para la Defensa de la Cultura, que se desarrolla en Valencia, Madrid, Barcelona y París, donde se clausura el día 17. El poeta participa en el evento con tres intervenciones públicas: en la sesión inaugural de Valencia el 4 de julio, en la sesión madrileña del día 6 y en la sesión de clausura celebrada en París el día 17 (Aznar Soler 1987: 186). De allí, Raúl González Tuñón se desplaza a Amberes, lugar desde el cual zarpa su barco hacia América el 28 de agosto (Schiavo 2009: 452). Se trata de un barco carguero, el Arica, cuyo destino es Valparaíso; los únicos pasajeros son Pablo Neruda, Delia del Carril, Amparo Mom y Raúl González Tuñón.

(Para seguir leyendo, véase "Fiebre y épica...")

Comentarios