Reseña de "Cuba y la guerra civil española. La voz de los intelectuales", por Jorge Domingo Cuadriello
En su libro de memorias Confieso que he vivido
(Barcelona, 1974), Pablo Neruda dejó constancia del
tremendo impacto personal que le causó la Guerra
Civil española (1936-1939), hasta el punto de modificar sus posiciones ideoestéticas y su actitud política,
y de un modo categórico afirmó: “No ha habido en
la historia intelectual una esencia tan fértil para los
poetas como la guerra española. La sangre española
ejerció un magnetismo que hizo temblar la poesía de
una gran época”. Y esta aseveración suya, limitada
a un género literario, la poesía, bien pudo hacerla
extensiva a otras manifestaciones de la literatura y
el arte. Porque en verdad aquella contienda, considerada
por los historiadores el prólogo de la segunda
Guerra Mundial y por algunos ensayistas el último
enfrentamiento armado de carácter romántico, por
la cantidad de pasiones diversas que despertó, fue motivo de inspiración no solo para incontables escritores españoles –Max Aub, Ramón J. Sénder, León Felipe, Arturo Barea–, sino para otros de distintas nacionalidades, entre ellos Ernest Hemingway, César Vallejo y George Orwell, autores, respectivamente, de la novela Por quién doblan las campanas, el poemario
España, aparta de mí ese cáliz y el testimonio Homenaje
a Cataluña.
En Cuba la tragedia española se vivió con una
intensidad asombrosa a la que contribuyeron los
lazos históricos, culturales e incluso, en muchos
casos, familiares entre cubanos y españoles, la numerosa
y –económica y socialmente– fuerte comunidad
hispánica asentada en la Isla y la efervescencia política iniciada durante el enfrentamiento a la tiranía
de Gerardo Machado, derrocada en 1933, y que tuvo
su prolongación en la posterior ola represiva desatada
por militares y policías contra el movimiento
revolucionario. A muchos cubanos de pensamiento
progresista no les resultaba difícil identificar a los
generales españoles enfrentados a la República con
los Weyler, Polavieja y Balmaseda, capitanes generales
que habían ensangrentado a Cuba durante el
período colonial. Otros, por el contrario, de pensamiento tradicionalista y conservador, quisieron ver
en los autoproclamados nacionalistas a los salvadores
de la Madre Patria. Ambos bandos se enfrascaron en
una batalla dialéctica y propagandística que incluyó
la creación de publicaciones periódicas y de programas
radiales, conferencias, actos multitudinarios,
oficios religiosos, declaraciones públicas de diferentes
entidades, surgimiento de nuevas agrupaciones políticas y debates en el seno de las asociaciones regionales
españolas como el Centro Gallego, sin contar las
colectas de dinero y de artículos para ser enviados a
España. Y hacia ese país marcharon, además, contingentes
de voluntarios cubanos para defender la causa
republicana o, en un número mucho menor, ocupar
un sitio en la trinchera de enfrente.
Lejos de asumir una actitud indiferente ante aquella
contienda fratricida, la gran mayoría de la intelectualidad
cubana se decantó a favor o en contra de
los sectores rivales, como pudo apreciarse entonces
a través de una impresionante cantidad de páginas
impresas y como podemos corroborar nosotros hoy
gracias a esta voluminosa compilación llevada a cabo
por el equipo de investigación que integran el londinense
Niall Binns y los madrileños Jesús Cano Reyes
y Ana Casado Fernández. Tras una intensa labor de
búsqueda bibliográfica que en gran medida abarcó las publicaciones periódicas de la época lograron acopiar alrededor de doscientos textos pertenecientes a aproximadamente 150 autores y dados a conocer en casi todos los casos entre julio de 1936 y el año 1939...
(para seguir leyendo, véase la revista ESPACIO LAICAL, #1-2, 2015: http://www.espaciolaical.org/contens/41/7586.pdf)
Comentarios
Publicar un comentario