Jean Jaurès y su asesino, según Roberto Arlt

Hace cien años, el 31 de julio de 1914, el gran dirigente socialista francés Jean Jaurès fue asesinado mientras cenaba en el café Le Croissant en Montmartre, París. Su asesino, el nacionalista Raoul Villain, le disparó dos balas a través de la ventana del café. La Gran Guerra acababa de comenzar y Francia tenía en Jaurès a un portavoz del pacifismo, un estorbo molesto para los que deseaban la guerra. Tres días después de su asesinato, Francia entró en el conflicto. ¿Por qué mataron a Jaurès?

En 1919, después de pasar la duración de la guerra en la cárcel, Vilain fue absuelto de la acusación de asesinato por un jurado popular; a fin de cuentas, señalaban los jueces, "si el adversario de la guerra Jean Jaurès hubiera tenido éxito, Francia no habría podido ganar la guerra".

17 años después, el 17 de septiembre de 1936, Villain, que llevaba años viviendo en Ibiza, murió -según algunas versiones- fusilado por anarquistas que lo consideraban un espía de Franco.

Jaurès era una de las figuras fundacionales del socialismo en el mundo. Pasó un mes en Buenos Aires en septiembre de 1911, y dejaría recuerdos imborrables entre los militantes argentinos. Desde Buenos Aires, el 9 de mayo de 1937, Roberto Arlt reflexionaría sobre la muerte de su asesino en una curiosa crónica, titulada "La muerte de Vilain [sic]" y publicada en El Mundo, en la que resume la historia de Jaurès y Villain como si fuese un drama en tres actos.
1er. ACTO DEL DRAMA –
París. 31 de julio de 1914. Montmartre. Restaurante Croissant. Globos blancos de gas. En las mesas, periodistas que charlan. Wiedmer, el propietario, se pasea satisfecho y se mesa la barba rubia, mientras que incuba con la mirada a un señor grueso, de pelo cortado como cepillo. El señor grueso muerde un durazno, y el jugo corre por su mentón y parece así un fauno. De pronto alguien se acerca al señor que come el durazno y le muestra la fotografía de una niñita. El señor barbudo se vuelve rápidamente. De inmediato, una cortina de terciopelo se mueve con violencia; el caballero de la fotografía mira un poco sorprendido, y resuenan dos pistelazos.
El durazno cae de las manos del hombre. De sus sienes
mana un chorro de sangre. Y ya no se mueve más.
¡Ha muerto Jean Jaures, el líder de la paz!
En tanto, en la calle, los camareros del restaurante Croissant, amarran y golpean rudamente a un joven. Es el estudiante Raoul Vilain. El hombre que acaba de asesinar a Jaures.
“Raoul Vilain está demente” –dicen los periódicos.
¡Quizá! Pero es un brillante alumno de la Universidad de Castres.
Le podemos ver en la Cour d’Assises, en el estrado, teniendo a su lado, en el banco de los defensores, al abogado Henry Geraud.
El homicida es delgado, joven; la cabeza diezmada en las sienes por una prematura calvicie; la nariz fina y aguileña; el labio, sombreado por un ligero bigote. Tras él, dos gendarmes cubiertos, cruzados de brazos, condecorados y bigotudos, observan a Vilain, que ligeramente cargado de espaldas, presenta en la tribuna el aspecto perplejo de un hombre que está convencido de haber cumplido con un mandato del destino.
Vilain, absuelto, huye de Francia. Estalla la guerra.
¿Quién se acuerda de Vilain?


2º ACTO DEL DRAMA
Es en Ibiza. Ibiza, la tercera isla de las Baleares. En la cresta de la isla, un castillo desmantelado, guarnecido al pie por murallas, cuyos bloques de piedra se desmoronan y ennegrecen. Frente al castillo en ruinas, la catedral gótica. Abajo está la parte moderna de la ciudad, con sus calles rectas; arriba, habita el señorito empobrecido y solitario, campesinos que recolectan plátanos y pastores que cuidan sus rebaños de cabras.
Ésta es Ibiza.
En Ibiza, hace muchos años que vive un hombre de cabeza casi diezmada por la calvicie, nariz fina y mirada torva. El hombre se pasea en las horas del crepúsculo por las murallas. Evita cuidadosamente el trato con los extraños. En el bolsillo de su casaca siempre se señala el relieve de una pistola.
Los hombres de la altura llaman a este extraño “El demonio blanco”.
Un día se sabe. Este hombre es Raoul Vilain. El asesino de Jean Jaurés. Cuando los pastores de cabras ven avanzar a lo largo de las murallas grises al hombre sombrío, se apartan.
Se saben algunas cosas más. Su casa es como el reducto de una cárcel. Su dormitorio una celda. Él mismo limpia, friega y se hace la comida. A su puerta no llama nadie. Vive así, solitariamente, como un monje. Es “El demonio blanco”, en la imaginación de los isleños. 

3º ACTO DEL DRAMA
El 11 de agosto del año 1936, el general Franco pide a los habitantes de Ibiza que se plieguen a la revolución. Los isleños no acceden. Ellos son fieles a la República.
De tanto en tanto las escuadrillas de aviones pasan sobre Ibiza y dejan caer bombas. Las bombas explotan y destruyen las viviendas.
Pero ocurre algo sumamente extraño. Probablemente casual. Ninguna bomba toca la casa donde habita Raoul Vilain.
Se desmoronan las viviendas de los alrededores, las cabañas saltan pulverizadas, los antiguos edificios de piedra se desploman, y la casa de “El demonio blanco”, como si estuviera protegida por un genio, se salva siempre de las heridas de los explosivos. Los isleños lo creen invulnerable.
De pronto, el diario Paris-Soir da una noticia:
Vilain ha sido muerto. En su casa reducida a escombros, se ha encontrado el cadáver del hombre que mató a Jean Jaurés. Y todavía no se ha puesto en claro lo siguiente:
Si son los isleños enfurecidos contra Vilain quienes le han muerto, o una bomba caída de un avión revolucionario.

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