Si América inicia ella también la política de los extremismos, de las aversiones, de las incomprensiones, todo está perdido. La justicia, los derechos del hombre, la solidaridad y comprensión humana, el trabajo, deben ser nuestras normas únicas. Para América, Mussolini y Stalin son igualmente bárbaros.
Curiosamente, Velasco Ibarra, que había gobernado en Ecuador con el apoyo de los conservadores, se integró rápida y contradictoriamente en el espíritu de militancia antifascista e izquierdista que dominaba en grandes sectores de la intelectualidad argentina. Intentaría explicar esta paradoja en el prólogo de la edición argentina de Conciencia o barbarie, publicada en 1938:
El lector argentino difícilmente comprenderá cómo un demócrata pueda atacar el izquierdismo del Ecuador. La razón, sin embargo, es muy sencilla: todas las injusticias que se cometen en los otros países en nombre del conservadorismo, se consuman en el Ecuador en nombre del izquierdismo. Todos los fraudes electorales que antes de 1895 realizaron en el Ecuador los conservadores y progresistas conservadores, los han efectuado después de esa fecha, con más audacia y cinismo, los llamados liberales y radicales. Por esto no pertenezco a ninguno de los partidos políticos del Ecuador. Pero, mi escuela política es la liberal, la genuinamente liberal. Esencial en el liberalismo, la simpatía y el respeto práctico a la libertad en toda la acepción de la palabra, a los derechos de los hombres y de los pueblos. No quiero afirmar sin demostrar. Afirmo que el “llamado” izquierdismo del Ecuador ha cometido los mismos crímenes efectuados en otras partes por las agrupaciones gubernativas de “derecha”.
De esa manera, Velasco Ibarra veía su propia situación como análoga a la de los izquierdistas argentinos que habían sufrido la dictadura fascistoide de José Félix Uriburu a comienzos de la década y ahora sufrían la persecución del gobierno autoritario del general Agustín P. Justo; la sentiría análoga, también, a la de los republicanos españoles.
Velasco Ibarra mostró su antifascismo en público en la ciudad de Córdoba en noviembre de 1936, en un breve viaje durante el cual fue recibido con honores por el gobernador radical Amadeo Sabattini. El ex presidente había sido invitado para participar, el viernes 20 de ese mes, en un homenaje multitudinario a México, el único país americano que apoyaba abiertamente la República española, celebrado en el teatro Rivera Indarte. Inevitablemente, se convirtió en un acto masivo de adhesión a España.
Ese mismo día, en una entrevista publicada en el diario Córdoba, ya había hablado de la guerra de España: “Considero un enorme crimen la asonada de los militares alzados contra la república. Me parece que la república ha tenido sus errores, pero la corrección de esos errores debió encuadrarse dentro de los resortes constitucionales. Pero nunca permitir ese intento cesarista y brutal ni que para lograr sus objetivos se destruyeran monumentos históricos y se mate a millares de mujeres y niños”.
Por la noche, ante un teatro atiborrado por un público entusiasta, entre puños en alto, aclamaciones al Frente Popular y “mueras” al fascismo, Velasco Ibarra compartió la tribuna con el médico comunista Gregorio Bermann, los socialistas de izquierda Deodoro Roca y Benito Marianetti, el poeta Pablo Suero, el traductor y periodista Arturo Orzábal Quintana y otros miembros de la AIAPE (Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores). Sus palabras de homenaje al México de Lázaro Cárdenas y a la República española provocaron un entusiasmo generalizado en el público cordobés.
Según el periódico La Nueva España: “Magníficas y elocuentes fueron sus palabras de condenación al fascismo y de elogio a la democracia. Exhortó a los argentinos a no dejarse influenciar por extrañas ideologías, y a inspirarse en el ejemplo de los próceres patrios, Mariano Moreno ante todo. Su alegato fue convincente, impregnado de hondo fervor humano, emocionante en grado sumo y constantemente interrumpido por los aplausos del público” (28 noviembre 1936). La alusión a las “extrañas ideologías” podría haber sido interpretado como un ataque a todos los extremismos –tanto a Stalin como a Mussolini, en concordancia con sus declaraciones en Claridad–, pero en el contexto del Teatro Rivera Indarte el enemigo era uno: el fascismo.
Esta imagen de Velasco Ibarra como antifascista y hombre de izquierdas exasperó a la derecha argentina, que había conocido al ex presidente durante su viaje a Buenos Aires de 1935 y había visto en su catolicismo y en el importante apoyo que tenía en los círculos conservadores de Ecuador motivos para considerarlo un aliado.
Si La Fronda intentaba ridiculizar al ecuatoriano tildándolo de “cacahuete tropical”, otro diario, Bandera Argentina, recurrió con el mismo fin y el mismo desdén xenófobo a la imagen de “cacatúa”. En su editorial del 25 de noviembre interpretó el homenaje del Teatro Rivera como una muestra de las simpatías comunistas de Amadeo Sabattini, a quien consideraban un "fiel servidor de Moscú". La "nueva orden" procedente de la Unión Soviética era la siguiente: "las células de América tienen que clavar en las mentes de los pueblos hispanoamericanos la idea de que la Revolución mexicana es salvadora, y por lo mismo, un ejemplo experimentado que debe multiplicarse en veinte países". A favor de esa labor propagandística, según Bandera Argentina, Sabattini sabía "valerse de todos los medios":
Su último hallazgo, por cierto nada inédito puesto que ya lo aprovechan tanto los pacifistas como los masones, es el de la cacatúa emplumada, conocida también por el nombre de licenciadito Velasco Ibarra. Esta ave tropical, fuerza es confesarlo, es todo un fenómeno pues se producen en ella las metamorfosis de un camaleón. Se hizo elegir presidente del Ecuador por los comunizantes, luego gobernó con los conservadores y ahora, después de derrocado, vuelve a lucir su plumaje rojo pero aún más encendido que antes. ¿Acaso creerá esta cacatúa que todavía va a engañar incautos?
Otro artículo de Bandera Argentina, reproducido en Ecuador en El Diario Manabita, se dedica exclusiva e iracundamente a Velasco Ibarra. El “liberal utópico y romántico de ayer” –convertido ahora en “charlatán tropical”, “licenciado de gafas” y “meteco peligroso”– se había “embarcado en el Frente Popular” en la compañía de varios “ases de la extrema izquierda” y “agentes de Moscú”, efectuando un viraje ideológico análogo al de “muchos políticos nuestros que empezaron como él, creyendo en las pamplinas de la democracia con mayúscula para terminar en la abyección sovietizante cuando no en concomitancias más vituperables con el komintern”. Después de sugerir a la policía que persiguieran al político por sus actividades procomunistas, el diario nacionalista terminaba diciendo: “A la cacatúa verde e inofensivamente gárrula de hace dos años le han salido plumas rojas”.
El “antifascismo” de Velasco Ibarra se afianzó durante los meses siguientes debido a sus contactos con la editorial Claridad, dirigida por el socialista de origen español Antonio Zamora, que había sido premiada en una Exposición del
Libro de Ecuador durante el gobierno del ex presidente. Cuando la revista Claridad publicó, en febrero de 1937, un artículo titulado “El terror fascista ecuatoriano”, firmado con el nombre (¿pseudónimo?) de “Fernando Dónix”, el gobernador de Guayas requisó los ejemplares que llegaron al puerto de Guayaquil y prohibió su circulación en la provincia debido a las “calumnias” que se vertían contra Federico Páez. Según El Universo, “aunque el señor Gobernador no nos lo ha dicho, presumimos que se acusa de este artículo al ex presidente doctor José M. Velasco Ibarra, pues se cree haber descubierto el estilo de aquél en el fondo de la publicación” (14 marzo 1937).
Fue precisamente en la editorial Claridad donde Velasco Ibarra publicó su nueva edición de Conciencia o barbarie. Allí volvió a manifestar su antifascismo sui generis y una vez más mostraría su apoyo a la República española y su rechazo a la "sedición asesina" de Franco:
En Europa, las gentes se matan, y se matan con ferocidad; pero persiguen ideales, y hay hombres heroicos que capitanean a personas resueltas a sacrificios purificadores. Detestable me parece la sedición asesina del general Franco. Absurdo imponer a España un Estado totalitario. Los núcleos españoles son por esencia rebeldes y autonomistas. Matando, exponiéndose a matar y a destruir, no se sirve a Cristo ni se practica el supremo principio religioso: NO MATARÁS.
Es inconcebible el silencio del Papado frente a la sedición de Franco y a la política fascista. El Papado ataca el comunismo en nombre de la personalidad humana y de la libertad. Pero, desde el punto de vista religioso, ¿qué diferencia hay entre el comunismo y el fascismo, entre el Estado totalitario de Italia y el anhelado por Franco? La misma concepción mecánica del hombre, la misma absorbencia material del hombre. El comunismo, al menos, ofrece una liberación final... Al paso que el afán fascista se reduce al orgullo prepotente del organismo nacional, según las caprichosas normas del César de ocasión.
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