Artistas en la Guerra Civil Española: Eduardo Kingman

Eduardo Kingman Riofrío nació el 3 de febrero de 1913 en Loja, Ecuador. Su familia se trasladó a Quito en los años veinte y allí estudió en la Escuela de Bellas Artes junto a Víctor Mideros. En 1931, el llamado “pintor de las manos” pasó a vivir a Guayaquil, donde inició su vida artística independiente. Posteriormente, en 1936, en el Salón Mariano Aguilera presentó cinco lienzos –los mismos que había presentado el año anterior pero sin éxito– y el jurado premió el titulado “El Carbonero”. Kingman siempre tuvo una inclinación por la representación de seres marginados y explotados por la sociedad, y especialmente por la representación de personajes indígenas, cuyos rostros y manos reflejan en su obra –gracias a la gran fuerza expresiva del artista– las duras condiciones de la vida cotidiana. Su obra se incorpora al movimiento “revolucionario” de denuncia social que entonces surgía en las letras ecuatorianas. Recuérdese que eran los años del auge indigenista en la literatura y del éxito internacional de novelas como Huasipungo, de Jorge Icaza.

Así explicaba el pintor, en una entrevista a Svetlana Pynina-Voitsejóvskaia, las preocupaciones y los temas recurrentes de sus cuadros:Mi obra, desde los comienzos, se inspiró en la vida del campesino, del trabajador, del obrero, en fin, de todos los que nos rodean, en el pueblo nuestro lleno de conflictos, lleno de angustias, de necesidades… Pero después traté de no limitarme a los problemas de mi país para dar una visión más amplia del mundo.Esa “visión más amplia del mundo” se reflejó en su compromiso y apoyo a la España republicana durante la guerra civil. En 1936 regresó a Quito, donde empezó a dar clases en la Escuela de Bellas Artes y es durante ese periodo cuando trabó amistad con escritores como Pedro Jorge Vera o Alejandro Carrión, con los que colaboraría en distintos proyectos relacionados con la contienda española: Nuevo Itinerario (1937) de Pedro Jorge Vera y ¡Aquí, España Nuestra! (1938) de Alejandro Carrión.

En el primero de los poemarios Kingman nos muestra a un pueblo horadado por la muerte y el dolor. El hombre, impotente ante tanta destrucción, a veces suplica con el puño en alto o las manos abiertas de par en par, otras se tapa la cara para no mirar lo ya inevitable. La expresión de los rostros posee una gran fuerza dramática y en las manos se concentra toda la esencia humana de estos seres sufrientes. Son manos que expresan todas las emociones y son fuente de creación.




En "Canción de la España Nueva”, uno de los poemas de Pedro Jorge Vera incluidos en Nuevo Itinerario, el poeta clama por una España libre y, al igual que en los grabados de Kingman, su propio país es retratado desde la sangre y las armas. “Ya nuestros corazones han salido al desfile”, dice uno de los versos, y es que Ecuador sentía como propio el dolor de España, su actual condena y su esperada libertad:

Avanzas madre nueva con el corazón amaneciente.
Y tu voz enrojecida, en los vagones del viento.
Y tus mujeres, sin más flor que el fusil.
Y tus pasos robustos, golpeando noche a noche
en nuestros pechos amazónicos.

¡Claridad de la noche! ¡Cristales de las sombras!
Himnos enloquecidos que han perdido su ritmo.
La silueta de Aída Lafuente
es el solo mensaje que ha llenado los muros
y llega a nuestros ojos como una golondrina aventurera,
a secarlos de lágrimas y a empaparlos de luz.

Ya nuestros corazones han salido al desfile.

¡Ah! Nuestra sangre duerme
como el agua de un lago,
prisionera en las venas cobardes.

¡No más dolor de ver! ¡No más dolor de oír!
La alegre barricada nos espera
con sus brazos ardientes.

¡España libre en nuestra cabellera encabritada!
¡España libre en nuestros biceps eternos!
¡España libre en nuestra muerte!En su ilustración para la portada de ¡Aquí, España Nuestra! –tres poemas de esperanza y amargura – Kingman vuelve a mostrarnos un país sumido en guerra, con la muerte acechando a cada paso y las armas en primera línea. Solo la mano, grande, abierta y sujetando la estrella republicana, ofrece un aliento de esperanza y libertad. El primero de los tres poemas de Alejandro Carrión es un canto del pueblo ecuatoriano hacia el pueblo español abatido. El “aquí” de Ecuador siente el sufrir de la madre España y le ofrece todo su apoyo para el triunfo venidero:

Aquí estamos, con la oreja apegada a la tierra,
Oyendo cómo tiemblas.

Aquí, con las venas hinchadas,
El aliento alargado, fino y tenso,
El pulso estremecido.
Aquí, sintiendo volar tus catedrales,
Estremecerse el hondo cimiento de tu carne,
Tu alma y tus montañas.
Aquí. Escuchando el rumor de tu muerte,
El morir generoso, la palabra y el alma,
España nuestra.
(…)
España, España nuestra, Vieja Madre,
Nos dueles y nos ardes
En la delgada tela del corazón, donde el alma está tímida y reciente,
Donde se une y se crece el amor en la vida.

España, madre nuestra, joven madre roja, eterna,
Antigua y nueva: vivimos tu agonía,
Hoy, lucha generosa y mañana, victoria.
Aquí, Ecuador de tu América, tu Ecuador,
Sintiendo de tu muerte crecer nuestra victoria,
De tu muerte que es vida.

Con la oreja apegada a la tierra
Sentimos arribar tus pasos hacia el triunfo:
Clara semilla, luz, eléctrico fluir del hombre hacia su hora.

En los años treinta Kingman se dedica a los grabados en madera; en 1937 aparece con el sello de la Editorial Atahuallpa Hombres del Ecuador –un libro que retrata la vida de los indígenas así como la incipiente ciudad moderna con sus obreros, trabajadores, hombres y mujeres– y en 1938, la misma editorial publica, con xilografías de Kingman y de otros como Diógenes Paredes, Alfredo Palacio, Galo Galecio, Alba Calderón de Gil y Leonardo Tejada, Nuestra España: homenaje de los poetas y artistas ecuatorianos en apoyo a la España republicana. Los pintores ecuatorianos –junto al editor de la antología, Benjamín Carrión, y a poetas como Vera, Alejandro Carrión, Jorge Carrera Andrade, Gonzalo Escudero y Aurora Estrada i Ayala– se comprometen con la causa española y representan a un pueblo amenazado, aplastado, destruido por las fuerzas facciosas.

Leonardo Tejada, "Avance leal"




Alfredo Palacio, "Patriotismo nacionalista"



Eduardo Kingman, "Fascismo"

Kingman, pintor de la anguastia, supo captar con dolorosa verdad el drama en el que estaba sumida España. Una comprensión profunda del conflicto y de los hombres que lo vivieron lo llevó a la composición de unos grabados de gran intensidad y emoción. Y es que para el pintor ecuatoriano:

La más hermosa expresión es la de la angustia. La tristeza y la pena, son sentimientos humanos. Conmueven todos los corazones y los unen. Saber compadecer es un alto principio moral. En ello está el humanismo del arte (…) El arte, es la búsqueda de la verdad del mundo, la vida, el hombre.

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