Uno de los grandes poetas argentinos del siglo XX, Juan L. Ortiz (Puerto Ruiz, 1896-Paraná, 1978) es casi desconocido en España. Esencialmente sedentario –con la excepción de un solitario viaje a la China comunista en los años sesenta– se refugió durante toda su vida en la provincia de Entre Ríos, donde desarrolló una obra fundada en el paisaje fluvial que lo rodeaba. Los poemas de Ortiz fluyen de página en página en largos versos, impresos en una peculiar y diminuta tipografía, que hablan de la armonía natural y de la armoniosa esperanza del ser humano como antídotos a “la herida del mundo”. La militancia comunista de “Juanele” aspiraba siempre a esa integración mayor, en la que lo político formaba sólo una parte. En los años de la guerra civil española, participó en un comité de solidaridad con la República y en su libro El ángel inclinado (1938) publicó poemas que denunciaban los horrores de los bombardeos aéreos: “se oyen llantos de niños / se oyen llantos de mujeres / porque los niños han quedado bajo los escombros / o sólo son un brazo o una piernecita / ensangrentados”. Julia Miranda, especialista en la literatura latinoamericana de la guerra civil española y profesora de la Universidad de Rosario, ha publicado últimamente el siguiente artículo: “La escritura política en Juan L. Ortiz. Un comienzo borrado”.
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