La guerra civil española fue un conflicto único en su capacidad de atraer como corresponsales a grandes escritores. La lista es imponente: Ernest Hemingway, John Dos Passos y Langston Hughes, Antoine de Saint Exupéry, Pablo de la Torriente Brau, Raúl González Tuñón y un largo etcétera. El más influyente de los corresponsales no fue, sin embargo, ninguno de estos escritores, sino el enviado especial del periódico francés Paris-Soir. Louis Delaprée –como señala Martin Minchom en su largo y fascinante prólogo– fue un maestro del periodismo “popular y liviano” antes de llegar a España y antes de vivir, durante el último mes de su vida –entre el 12 de noviembre y el 11 de diciembre, cuando el avión en el que regresaba a París (indignado por la censura a la que se sometían sus crónicas) fue derribado cerca de Guadajalara–, el terrible y sostenido bombardeo de Madrid con el que procuraba Franco llevar la ciudad a la sumisión y la rendición.
“Yo inventario las ruinas, contabilizo los muertos, peso la sangre derramada”, escribía Delaprée en una serie de crónicas demasiado apasionadas en su denuncia para Paris-Soir, que se dedicó a eliminar sin ningún pudor imágenes de destrucción, gritos indignados y párrafos enteros, o bien, simplemente, se abstuvo de publicar algunos de los envíos más perturbadores. En febrero de 1937, después de la muerte del corresponsal, se publicaría en Francia el libro Mort en Espagne y poco después, en España, El martirio de Madrid.
Para nuestro proyecto, las crónicas de Delaprée resultan de particular interés por la importancia que tuvieron en un libro del ecuatoriano Demetrio Aguilera-Malta, que vivió en Madrid y Barcelona durante el primer año de la guerra civil, y que es autor de una de las primeras novelas sobre la guerra civil (¡Madrid! Reportaje novelado de una retaguardia heroica, publicada en la editorial Orión de Barcelona en 1936) y de la obra de teatro España leal, estrenada en Guayaquil en septiembre de 1938 y publicada en el mismo año.
El último de los libros que publicó Aguilera-Malta sobre la guerra es el extraño ensayo ficcional La revolución española a través de dos estampas de Antonio Eden (publicado en Quito en 1938), una mirada satírica sobre el conflicto ofrecida a través de los ojos del ministro de Exteriores británico, Anthony Eden, uno de los arquitectos de la política de la No Intervención. En la primera de las dos estampas de Aguilera-Malta, Eden repasa la historia de España y defiende, en las circunstancias presentes, la necesidad de evitar cualquier contacto con la guerra civil: “Y hay que dejar a España sola. Con tal de que no toquen los intereses británicos. Los tocarán? Quién sabe! Ahí está el Peñón de Gibraltar. Ahí está la flota rodando por el Mediterráneo azul. Ahí están los múltiples tentáculos económicos dominando el mundo. Hay que buscar una fórmula de no intervención. Hay que ponerse de acuerdo con León Blum”.
Al comienzo de la segunda estampa, se empieza a operar un cambio en el personaje Anthony Eden, que lee las escalofriantes crónicas de Delaprée –reproducidas en el texto en largas citas– y empieza a cuestionar el sentido de la política de no intervenir. La transformación de Eden (que tiene cierta base real) llega a ser fulminante. Aguilera-Malta termina su libro con el flemático ministro gritando su apoyo a la República y anunciando un cambio de política que llegaría –fuera del reino imaginario de la obra– demasiado tarde para impedir el triunfo de Franco, pero a tiempo para derrotar el fascismo:
La subconsciencia le bulle con hervores de océano. El señor Eden se ha engañado, pero toma una actitud decisiva. Sí. Se armará Inglaterra. Unida a Francia y a Estados Unidos, quizá a Rusia, puede salvar esta época de la hecatombe que se avecina. Entonces tendrá solución general la sublevación de los militares traidores de España y ese conflicto gigante del que nos llegan pulsaciones inmensurables, con sus centenares de miles de muertos. Ese conflicto gigante que ha provocado la ambición de Hirohito en la tierra más poblada de Asia.
Sus labios se abren y ya no pensando en Madrid ni en España, si no en toda Europa, en toda la humanidad, se le escapa un grito emocionado que tiene todo el valor de una consigna cósmica:
“No Pasarán...”
(Para ampliar información sobre el impacto de las crónicas de Delaprée en Picasso y la elaboración de su Guernica, véanse también "From Madrid to Guernica" y "How Political Was Picasso?")
Sobre el avión en que iba Louis Delaprée le acompañaba también el delegado de la Cruz Roja Internacional Georges Henny que llevaba informes a Ginebra en lo referente al asunto de la masacre de Paracuellos de Jarama ocurrida en la retaguardia republicana. Según la investigación hecha por algunos historiadores el derribo fue a drede y llevado a cabo por dos cazas republicanos piloteados por aviadores rusos. Todo ello bajo las órdenes directas de los servicios de inteligencia soviéticos que operaban en España. El derribo se dio para evitar que llegaran esos documentos y se supiera acerca de las sacas y ejecuciones extrajudiciales cometidas en Madrid. Para más detalles está este enlace.
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