"Guerra Civil Española e hispanofilia en los escritos de José Vasconcelos (1935-1939)", por Rodrigo Ruiz de Velasco Barba

Durante la guerra civil española y sus múltiples intervenciones extranjeras, entre los regímenes que apoyaron con mayor decisión al gobierno republicano del Frente Popular Español uno de los más conspicuos fue el mexicano encabezado por Lázaro Cárdenas del Río. Principalmente, éste brindó apoyo logístico y diplomático en foros internacionales, además de refugio a quienes resultaron derrotados con inclusión de un gobierno en el exilio. Acaso el compromiso con el que dicho gobierno sustentó la causa frente-populista trasladó, en el imaginario colectivo, la idea de una nación entera o muy mayoritariamente volcada en sus simpatías hacia los republicanos presididos por Manuel Azaña; sin embargo, México era entonces una nación políticamente dividida, y la guerra que se vivió en España entre julio de 1936 y abril de 1939 fue ocasión para que sectores sociales se enfrentaran en los campos de la opinión pública y de la trifulca callejera. Como ocurrió en otras latitudes, la guerra civil española desbordó pasiones en México. 

En 1975 el historiador mexicano José Fuentes Mares describió en su Historia de dos orgullos el panorama de la fractura social que, en relación a cuanto ocurrió del otro lado del Atlántico, no pudo sino hallar ocasión para manifestarse:

"[…] en México la guerra polarizó pasiones como si la sangre brotara de un mismo cuerpo herido; como si los brazos que allá se levantaban amenazantes, con la palma abierta o el puño cerrado, agitaran aquí las conciencias adormecidas. El gobierno, los sindicatos y una porción de intelectuales respaldaron desde luego la causa de la República, en tanto que grandes sectores de la población, mayormente de clase media, se inclinaron por el movimiento que alzaba banderas tradicionalistas, católicas y antimarxistas. Durante largos tres años fue México el escenario ultramarino de la guerra, como si el conflicto nos volviera españoles de pronto, depositarios de responsabilidades compartidas […]"

Entre la población mexicana más o menos ilustrada y en la historiografía dominante refulgen con letras de oro los nombres de intelectuales que avalaron la postura del gobierno cardenista y predicaron a favor del gobierno del Frente Popular Español. Ciertamente, fueron muchos y muy destacados. En cambio, eclipsados por el oficialismo, son relativamente desconocidas las posturas, los argumentos, la retórica de quienes marcharon a contracorriente, de los opositores al gobierno de Cárdenas y su política exterior. Me refiero a los intelectuales que escoraron sus preferencias por los alzados, que fueron ignorados en el capítulo que se refiere al soporte propagandístico que dieron a la rebelión española. Tales disidentes no fueron pocos ni de poca monta, y presentaron enconada batalla de las ideas en periódicos y revistas de su país. Quien revise detenidamente la prensa mexicana de esos años verificará que ésta fue el terreno de un combate feroz. Cabe, pues, cuestionar esa visión reduccionista donde los más brillantes exponentes del pensamiento en México secundaron en su gran mayoría la línea gubernamental. Para iluminar ese “lado oscuro de la luna”, esto es, para insinuar la justeza del aserto, bastará con detenerse en el pensador que, probablemente, gozaba entonces de mayor prestigio mundial entre los intelectuales mexicanos: José Vasconcelos Calderón. 

Adelantado el dato, las interrogantes sobrevienen. De entrada, concretamente: ¿qué fue lo que Vasconcelos expresó al respecto de la contienda hispana? Luego cabe cuestionarse cuáles fueron sus motivaciones. Es decir, ¿por qué un convencido demócrata y revolucionario mexicano de la primera hora habría adoptado esa postura, al parecer tan contradictoria con su anterior actitud política? ¿Cómo pudo Vasconcelos simpatizar con una sublevación militar contra el gobierno emanado de unas elecciones generalmente tenidas por limpias? ¿No teníamos entendido que Vasconcelos fue más bien un campeón del civilismo contra el militarismo? ¿Acaso no personificó el prestigio de la inteligencia en su irreductible denuncia del golpismo y de las dictaduras, desde Porfirio Díaz y Victoriano Huerta hasta Plutarco Elías Calles en México? ¿Cómo explicar dicho viraje? ¿Qué clase de discurso suyo pudo tratar de justificar esa decisión? ¿Ciertamente se trató de una evidente incongruencia en la trayectoria de este pensador, o, por el contrario, fue fiel expresión de una continuidad insospechada? 

Enseguida el desarrollo de respuestas, que exigen la consulta de lo que Vasconcelos publicó en sus memorias y trabajos históricos, junto con la búsqueda y exhumación de artículos de opinión puestos en circulación por la prensa durante los días tempestuosos de la guerra civil española. Por increíble que parezca, pese a que para la historiografía especializada la postura básica de Vasconcelos en torno al conflicto español no es desconocida, no parece que dentro de la academia el tema haya recibido mayor atención. Por tanto, las páginas que siguen aspiran a la realización de una faena en parte pendiente. En consecución del objetivo, propongo que es preferible remontarse en la trayectoria vital del personaje, hacia una selección de pasajes autobiográficos que permitan dar mejor comprensión a su actuación entre los años de la guerra civil. 

En el conjunto de decisiones de todo individuo influyen no sólo las efímeras condiciones actuantes sino las acumuladas. El presente de cualquier intelectual es también el resultado de un pretérito, de un recorrido, de un cúmulo de experiencias asimiladas en su subjetividad. En la trayectoria de José Vasconcelos, o mejor, en la percepción que él mismo tenía de ésta, aguardan, según creo, algunas claves para comprender su pensamiento y conductas frente al drama que fue para España la Segunda República y la Guerra Civil. Contemplar la vida y obra de Vasconcelos conlleva percibir una personalidad apasionada, voluntariosa y a menudo contradictoria. Tratase de un personaje muy complejo e inquieto. Dada la tarea de reconstruir o al menos esbozar su pensar, además de escudriñar en una personal forma de pensar al respecto de un acontecimiento político con dimensión internacional, una primera premisa consiste en huir de los anacronismos. Hay que situarse en los años del drama. Ocurre la feliz circunstancia de que, más o menos mientras se perfiló y desarrolló la lucha en España, Vasconcelos se consagró a la escritura y publicación de mucho de lo mejor de su obra escrita: sus memorias bajo el título general de Ulises Criollo, en cuatro volúmenes, así como su Breve historia de México en 1937. El material señalado ofrece valiosas posibilidades para la descripción y análisis de su mentalidad de entonces, la que tuvo ocasión de interpretar los hechos que acaecían en la península ibérica. (...)

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