La prensa ecuatoriana y la guerra civil española. (5) "El Debate"

Después de estar clausurado durante dos años durante la dictadura de Federico Páez, el diario conservador quiteño El Debate volvió a publicarse el día 1 de noviembre de 1937. Dirigido por Eduardo Caicedo Suárez, el periódico contó con el apoyo no sólo ideológico sino también económico del presidente del Partido Conservador, Jacinto Jijón y Caamaño.

El editorial “Continuamos”, publicado el mismo día 1 de noviembre, anunciaba que “recogemos la pluma silenciada por ominosa dictadura y volvemos a esgrimirla en virtud de ineludibles imperativos de civismo y de conciencia”. Durante dos años, la voz de los católicos y conservadores de Quito se había limitado a las revistas Dios y Patria, La Sociedad y Voz Obrera. Como ellas, El Debate se dedicaría en sus editoria
les, y en artículos y columnas firmados generalmente con pseudónimos –“Quito Hispánico” (Jorge Luna Yepes), “Jeromín”, "Cornelia", “Marco Vinicio”, “Gladius”, “Don Pelayo”–, a apoyar la lucha de Franco y a animar a sus lectores a enviar fondos a los nacionalistas españoles (“Cigarrillos ecuatorianos para los soldados del general Franco”, 6 diciembre 1938).

En editoriales como “El frente único”, el diario –que un par de años más tarde apoyaría las fuerzas del Eje en la segunda guerra mundial– negaba que el conservadurismo era fascismo: “Ni fascismo, ni comunismo. Ni democracia roja, tampoco la nacista e imperialista” (16 diciembre 1937). Sin descartar la noción de democracia por completo, cuestionaba los esfuerzos de la izquierda por apropiarse del término y rechazaba el esquematismo del diario El Día, que hablaba del “predominio fascista” de las derechas y el espíritu democrático del socialismo, señalando que había más bien poca democracia en países como Rusia y China, y asimismo –alegaba– en México y la “España Roja”:

Y por lo que respecta al Ecuador, no hay que olvidar que la dictadura del Ingeniero Páez –una de las más perjudiciales y bochornosas que hemos

soportado– fue auspiciada precisamente por el Izquierdismo, solo que aquí se trataba de un izquierdismo con un franco acuerdo entre el militarismo y la masonería. (“Fascismo e izquierdismo”, 27 diciembre 1937)

El 27 de febrero de 1938, el director Eduardo Caicedo Suárez firmó con su propio nombre un artículo titulado “¡El Cid no ha muerto!” y dedicado “a la colonia nacionalista española”, que concluye con un fervoroso último párrafo: “El Cid vive con el regenerador egregio de la España Nueva, el Generalísimo Franco. Vive en Moscardó, Varela, Millán Astray, Dávila, Yagüe, Queipo del Llano y otros muchos que forman legión invencible en ese solar fecundo, inagotable de héroes, de santos y de sabios”.

Ese mismo día, fue arrestado Mariano Suárez Veintimilla, subdirector del Partido Conservador y presidente del Comité de Amigos de España Nacionalista. El Debate no tardó en interpretar la detención en relación con la postura del político frente a la guerra civil. Si bajo el gobierno de Páez se habían perseguido las manifestaciones a favor de la República española, éstas abundaban ahora bajo la presidencia de Alberto Enríquez Gallo, mientras que las simpatías profranquistas se veían con malos ojos:

Mientras el izquierdismo proclama a todo clarín sus ideales y no descuida oportunidad para la propaganda anárquica, entonando laudatorias e himnos en homenaje de los vándalos y masacradores de la España martirizada por los secuaces de Marx, considera como un delito las voces de simpatía, el tributo de admiración del mundo civilizado, que no renuncia de su Patria ni de su Dios, en honor de Franco y demás adalides de la restauración de la nacionalidad, de la soberanía, de la integridad y unidad iberas, en las que están jugándose los destinos de la humanidad. (“¿Comienzan las hostilidades?”, 28 febrero 1938)

La semana siguiente, el 3 de marzo, Caicedo Suárez también fue encarcelado por injuriar el gobierno. Estos arrestos no dejaban, sin embargo, de ser contratiempos a corto plazo. El gobierno de Enríquez Gallo no se retractó de su defensa de la libertad de la prensa y El Debate pudo evitar la clausura.

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