La prensa ecuatoriana y la guerra civil española. (1) "El Telégrafo"

"Nunca hubiera sospechado que en Guayaquil pudiera sostenerse y prosperar un periódico diario de la envergadura de El Telégrafo", escribió el marqués andaluz Alfonso Ruiz de Grijalba en su libro Por tierras colombinas. Impresiones y apuntes. La República del Ecuador (1929):

Decano de la Prensa, es un periódico moderno, admirable- mente confeccionado, con amplia información nacional y extranjera, con fotograbados en colores de una nitidez perfecta, con redacción y colaboración muy nutridas, que hace honor a sus propietarios y directores. El Telégrafo tiene casa propia, un verdadero Palacio de cinco pisos, desde cuya espléndida azotea se dominan la ciudad y sus alrededores, en un bellísimo panorama con el agua azul al pie y en lo alto, el cielo azul. Sus máquinas modernas, rotativas y linotipías, prensas y cajas, nada tienen que envidiar a las de los grandes diarios norteamericanos.

El Telégrafo fue fundado en 1884 y era, en efecto, el diario ecuatoriano de mayor antigüedad. En la época de la guerra civil española, el director y editorialista de El Telégrafo era Adolfo H. Simmonds (1892-1969), que trabajó en el diario desde 1921 hasta su muerte. Es una figura que Rodolfo Pérez Pimentel ha descrito como el "líder de toda una generación" y cuya influencia a través del periódico fue "enorme". En 1925 conoció la cárcel, la tortura y hasta la injuria pública por su presunta drogadicción; fue uno de los fundadores del Partido Socialista del Ecuador en 1926; trabajó como subsecretario de Gobierno y de Educación durante la presidencia interina de Alfredo Baquerizo Moreno en el año de 1931, a finales del cual fue deportado por el nuevo presidente, el coronel socialista Luis Larrea Alba; en 1933 empezó a trabajar com profesor en su antiguo colegio Vicente Rocafuerte; tres años más tarde, en medio de la persecución de la izquierda ecuatoriana orquestada por el presidente Federico Páez después de la llamada "guerra de las cuatro horas" del 28 de noviembre de 1936, fue expulsado del país por criticar al dictador con un artículo titulado "La Ley Extrema", en referencia a la represiva Ley de Seguridad Social. A partir de entonces, no se volvieron a publicar editoriales en El Telégrafo hasta que Simmonds regresara de Chile a finales de abril de 1937.

Hay cierta evolución en el tratamiento de la guerra civil española en El Telégrafo. Se escribieron pocos editoriales sobre el conflicto y existió, sobre todo al comienzo, la intención muy consciente de mostrar diversas perspectivas. Un buen ejemplo es la cuestión religiosa, que inspiró artículos sobre las atrocidades republicanas contra el clero y sobre la quema de iglesias, pero también sobre el papel de la religión en el bando republicano. Llama la atención, por ejemplo, el protagonimo que se da a las declaraciones del republicano católico Ángel Ossorio y Gallardo y a reportajes sobre "sacerdotes revolucionarios", que produjeron indignación en sectores conservadores y profranquistas de Guayaquil.

El interés de los lectores de El Telégrafo por la guerra civil se palpa en la inclusión de series de artículos o crónicas escritos por periodistas extranjeros, como el argentino Héctor E. Piantelli o el falangista peruano Felipe Sassone, y a partir de enero de 1937 se introduce una sección diaria de "Episodios de la cruenta guerra civil en España". Ahora bien, la postura del periódico tiende paulatinamente a simpatizar más con la República y distanciarse de Franco, notablemente a partir de las noticias sobre la muerte de Federico García Lorca y sobre los bombardeos franquistas de Madrid. No obstante, el diario nunca se cierra del todo a la diversidad de perspectivas, como consta, por ejemplo, en la publicación de textos profranquistas del anciano poeta Víctor M. Rendón.

La política pretendidamente "ecuánime" del periódico se justifica en el texto "Lectura para la colonia española", publicado en mayo de 1937 como una respuesta a ciertos ataques a la línea editorial del periódico (por parte de la comunidad española, mayoritariamente profranquista, de Guayaquil), que constituye algo así como una declaración de principios:

Sin distinción, hemos publicado en nuestras columnas, a fuer de diario de informaciones, notas que proceden de uno y otro campo de la lucha española; y lo seguiremos haciendo, pues nuestro deber de imparcialidad nos exige dar a nuestros lectores todo lo que de interés podamos acopiar, quedando al fuero interno de cada uno el formarse un concepto acerca de los procedimientos empleados por leales y facciosos.

Mientras que el periódico en sí procuraba mantener cierto equilibrio en su tratamiento de las noticias españolas, su renombrada Página Literaria -que volvería a publicarse el 21 de abril de 1937, después del "parón" ocasionado por la represión de Páez- se convirtió en un espacio abiertamente prorrepublicano. Bajo la dirección del poeta Abel Romeo Castillo (amigo de Lorca durante los años que vivió en España), daba la voz a escritores "radicales", entre ellos los comunistas Enrique Gil Gilbert y Joaquín Gallegos Lara. La temática de España y sus escritores tenía un protagonismo enorme en la Página. Como muestra, valga una breve enumeración de algunos textos publicados durante 1937 y 1938: el discurso "Pablo Neruda habla de García Lorca"; parte del "Diario de campaña" de Manuel Altolaguirre; un capítulo de la novela ¡Madrid! Reportaje novelado de una retaguardia heroica de Demetrio Aguilera-Malta; un "homenaje de los poetas de Chile a Madre España", que incluye el poema "Gloria y sangre" de Vicente Huidobro y un texto de María Zambrano; una página dedicada al "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías" y comentarios sobre la obra de Lorca; la "Elegía a un joven muerto en el frente" de Octavio Paz; una selección de los romances del Romancero general de la guerra de España, escogida por Emilio Prados; una muestra de la poesía de Leopoldo Urrutia Luis (más conocido como Leopoldo de Luis); el discurso de clausura leído en Valencia por el cubano Juan Marinello durante el Congreso de Escritores Antifascistas de julio de 1937; un homenaje a César Vallejo y varios nuevos homenajes a Lorca.

Corresponde señalar que Federico Páez siguió en el poder hasta octubre de 1937, así que la labor de la Página Literaria durante varios meses tuvo lugar en circunstancias verdaderamente hostiles para los intelectuales y para la izquierda en general. Lo señalaría Joaquín Gallegos Lara en su resumen de 1937, "El año literario", que fue publicado en El Telégrafo en el primer día de 1938: "durante los días sucios de la dictadura anticultural de Páez", afirma, la Página Literaria fue "refugio y bandera de la literatura libre".

Para terminar esta breve nota, aquí van dos párrafos tomados de uno de los pocos editoriales que El Telégrafo dedicó a España durante los años de la guerra, escrito para el "Día de la Raza" de 1937. En él se palpa no sólo el intento de no tomar partido, sino también el renovado afecto que inspiraba España en esos años. La expresión "Madre Patria", antes de la guerra, fue en América patrimonio casi exclusivo de los sectores más católicos y conservadores. A partir de 1936, latinoamericanos de la izquierda y la derecha se prodigan en el uso del término. España había vuelto, brevemente, a ser madre para todos:

Si palabras de amor deben consagrarse a la raza indo-americana, en la fecha excelsa en que fue descubierto el continente colombino, voces de admiración, de afecto y de gratitud hay que pronunciar en honor a la noble nación española, que en gesta heroica diera su vida para dotar de civilización, cultura y progreso a la tierra americana. Y nunca, como hoy, debe ser tan sentido el recuerdo de la Madre Patria, hallándose envuelta en la vorágine de la más espantosa tragedia, en la que se desangra dolorosamente, acaso con la esperanza de ofrecer a la humanidad una experiencia que la oriente sobre la oscura ruta de su porvenir.

Sin juzgar los ideales en pugna que han dividido a España en dos bandos, lanzando al uno contra el otro en lucha feroz e implacable, es de observar que, una vez más, cumple España su destino de madre, que la obliga a ofrendar su sangre, en otra terrible gestación de siglos. Sea cualquiera el resultado de la guerra española, se está realizando en el seno de su pueblo, como en un cáliz materno, la fecundación de un nuevo espíritu, que alentará en la humanidad futura; y, aunque hoy no pueda verse esa germinación grandiosa, puede tenerse la seguridad de que de allí nacerá otra dirección del sentimiento humano, que plasmará en una era mejor. Pero España, como después de la conquista de América, quedará exhausta, aniquilada, rendida por tantos sacrificios y tan hondos sufrimientos, sin que la reparen en sus quebrantos ni la satisfacción de la obra realizada ni los consiguientes lauros de gloria.

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